Políticas europeas de cambio climático ante la COP21
Por Florent Marcellesi
En los 70 el cambio climático era presentado como una amenaza para las generaciones futuras, hoy no hace falta. Las generaciones futuras somos nosotras y nosotros y el cambio climático es una realidad.
Sin embargo, los impactos del cambio climático nos parecen a menudo lejanos y ajenos en la piel de unos osos en el Ártico o de icebergs que desaparecen a la deriva. La distancia espacial y temporal que hemos generado parece inmunizarnos individual y colectivamente contra uno de los retos más grandes que ha de afrontar la humanidad.
Frenar el cambio climático es un reto que determinará nuestro destino y que favorecerá la supervivencia civilizada de la especie o la barbarie. Después de tres décadas de promesas de todos los colores, hoy sabemos que ningún milagro tecnológico nos va a salvar: tenemos que disminuir colectiva y sustancialmente la cantidad de emisiones de gases de efecto invernadero para frenar el calentamiento global. Para ello necesitamos afrontar sin dilación la transición energética de nuestras sociedades hacia un modelo energético basado en el ahorro, la eficiencia y las renovables. Así como establecer compromisos vinculantes por parte de todos los gobiernos. Sin embargo, ante la lucha encarnizada entre países y grupos de poder, con intereses y responsabilidades tan diversos en materia de calentamiento global, hay un tremendo poder que hemos de combatir desde la ciudadanía. Para que los oligopolios energéticos fósiles, no nos lleven al peor de los escenarios climáticos posibles, necesitamos la ciencia, la conciencia y la presión ciudadana unidas.
Debemos cambiar nuestra mirada, hoy esquiva y distante, y favorecer la implicación activa de la ciudadanía en la lucha por la transición energética. Necesitamos que cualquier persona pueda entender de forma simple e intuitiva cómo el cambio climático afecta a su tierra, a los paisajes que habita, a sus playas, a su agricultura, a su economía y, en definitiva a su bienestar y a todo lo que tiene verdadera importancia. Se sabe que el cambio climático supone la transformación real y profunda de gran parte de los fenómenos de los que depende la vida: las temperaturas, las precipitaciones, la hidrología, etc. Fenómenos que luego afectan radicalmente a las actividades humanas y, por tanto, a su economía, que a su vez depende de los ecosistemas que habita para su reproducción y mantenimiento sostenibles. ¿Qué pasaría si Andalucía dejase de producir aceite de oliva? ¿Imaginas Valencia sin naranjas?¿O La Rioja sin vino? Todos estos cultivos se encuentran hoy en riesgo debido al calentamiento global, desplazándose en pocas décadas su espacio de producción óptima al centro y norte de Europa. ¿Qué pasará entonces con la cultura y el empleo de estas regiones?¿En manos de quién estará nuestra soberanía alimentaria?
Los científicos internacionales han dibujado una línea roja clara. Mientras que por debajo de un aumento de temperatura medio de 2°C es todavía posible prever a grandes rasgos los impactos del cambio climático, por encima de éstos, nos adentramos en terrenos desconocidos y aún más peligrosos. Los ecosistemas no responden de forma lineal al aumento de temperatura, y por encima de ciertos umbrales críticos (en este caso 2°C), los cambios pasan a ser abruptos e irreversibles. La línea entre estabilidad y colapso, la vida digna y la incierta se llama 2°C.
Somos copartícipes y en parte responsables de esta situación, pero sin lugar a dudas, lo que es más importante es que somos también parte de la solución. Por ello debemos hacer hincapié en los principales impactos del calentamiento global y presionar y trabajar para un acuerdo post-Kioto a la altura del reto climático; y además apoyar y poner en valor las alternativas ciudadanas e institucionales ya en marcha hacia una transición energética justa, sostenible y democrática. Porque además de tomar conciencia de la magnitud del problema, debemos ser conscientes de nuestro poder para cambiar de rumbo, para recuperar el protagonismo de nuestra única historia, para construir una sociedad solidaria y sostenible. Y sólo una ciudadanía bien informada y empoderada puede conseguirlo.
(Extracto del prólogo del informe 1950-2050 Cambio climático en Europa: Percepción e impactos)